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Juan López y John Ward

sábado, 31 de mayo de 2008

Les tocó en suerte una época extraña.

El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los catógrafos, auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.


Jorge Luis Borges - Los conjurados (1985)

1 comentarios:

Niceforo dijo...

recuerdo cuando hace años lei este texto gracias a una de las mejores profesoras de literatura q tuve. Son momentos para que los sectores progresistas reivindiquemos nuestra estirpe internacional para q no solo la derecha hable de globalización (obvio ellos siempre lo hacen en clave neoliberal)

un abrazo